Por Mónica CIRULLI
Como escribiente, en todo momento me he preguntado si mis escritos, llegarían finalmente a un lector curioso que los viera entre escombros, luego de una debacle inesperada, o de la inevitable intervención del tiempo, cuya máquina constante no se puede refrenar, y menos aún parar. Me he planteado si tanta pasión, que ha batido tinteros a derramar, y formar palabras que forman fragmentos, que se acomodan en el papel para un escrito moldear, merecería tener tan trágico y devastador final. Pasión. Esa que agita los dedos del escribiente, quien se apresura para llegar a las teclas de un ordenador y allí su idea plasmar. Ampliarla. Mejorarla. Y descubrir en la pantalla al mirar, que su idea es ya un escrito, pequeño o grande, pero real. Antes de la hecatombe , y que la máquina del tiempo dé su sentencia final, se me ha ocurrido llevarlos al cielo, a la eternidad, vertiéndolos con ahínco en una nube. Esa nube de electrones que vienen y que van, dentro de un cable donde se encuentra la sofisticada fibra que todo transmite, en la cuenca oceánica, a magna velocidad. De antiguo en botellas, y ahora en cristal. Quién pudiera haber dicho hace años que un cable, apoyado en el fondo del mar, llevaría mis escritos desde su cuna, en un mueble de roble, hasta la eternidad. Buscando camino, surcando un lugar, entre electrones que vienen y que van.
Mónica Cirulli, Ciudad de Buenos Aires, 24 de Julio de 2015.
Código de registro: 1507264726398
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Fecha de registro : 26-jul-2015 18:00 UTC
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