Aquel brazo del Río Durazno que , torciendo hacia el sur entre dos promontorios, toma casi de repente curso y forma de hilo de agua, estrechandose entre un banco de arena, al pasar por debajo del puente que une la ciudad con las afueras, desemboca por un tubo largo a 300 metros de la costa de Miramar. La playa arenosa, en declive hacia el la masa de agua, como obra de ese escultor incansable que cada día la moldea con formas variadas, se deja ser surcada por el caminante solitario que busca respuestas en ese sendero infinito y silente , silente porque el susodicho camina abstraído de todo cuanto sucede alrededor , dejando de tanto en tanto acariciar sus pies por la espuma de las olas que han podido romper metros adentro. Entonces decide girar noventa grados para continuar su camino. Ama la fuerza del mar, su lealtad , sus movimientos pre-anunciados y sutiles , aunque en ocasiones , solo en pocas ocasiones , violentos. Y camina y camina, buscando las respuestas a preguntas que ya no existen, más inmerso en la inmensidad , donde no se necesitan respuestas, donde todo es bello, azul y eterno.
Mónica C.
Julio de 2015.
01:00:55 . 23 Jul 2015
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